domingo, 27 de octubre de 2013

Historia de un avión secuestrado que volaba a Salta

Hace 40 años. Por Luis Borelli, El Tribuno

En la madrugada del sábado 20 de octubre de 1973, partió del aeroparque de la ciudad de Buenos Aires, con destino a Salta, un Boeing 737 de Aerolíneas Argentinas. Previa escala en Sauce Viejo (Santa Fe), el vuelo debía arribar a El Aybal a las 8.20 de la mañana.
Pero eso no sucedió. A poco de salir, el avión fue copado por personas que dijeron ser “Tupamaros”.
Lo primero que hicieron fue impedir que la máquina hiciera escala en Sauce Viejo (Santa Fe) pero, en cambio, exigieron que aterrizara en Tucumán, en el aeropuerto “Benjamín Matienzo”.

La intención era cargar combustible para volar hasta Cuba.

Ya en tierra tucumana la recarga no se pudo concretar por la negativa de las autoridades aeroportuarias.
Ello hizo que el avión buscara en Salta el combustible necesario, pero aquí también encontró las mangueras cruzadas. Más aún, el avión ni siquiera bajó por lo que, luego de sobrevolar la ciudad por unos minutos, desapareció del horizonte.

Para los madrugadores, el vuelo lento y a baja altura del Boing sobre la ciudad, llamó la atención pero nadie, ni por las tapas, imaginó lo que realmente estaba ocurriendo a bordo. Los primeros que se enteraron del secuestro fueron los tempraneros habitué del café del Victoria Plaza. Ellos, pasada las nueve y media de la mañana, vieron cuando en la recova de El Tribuno se colgaba la primera pizarra con un cable URGENTE de NA: “Un Boing 737 de Aerolíneas que volaba de Bs. As. a Salta con 52 personas, fue desviado a Cuba por piratas aéreos. La máquina se encuentra desde las 9.30 en el aeropuerto Campo Grande de Yacuiba, Bolivia.”

Como es de imaginar, la noticia corrió como reguero de pólvora.
A poco, las oficinas de El Tribuno y de Aerolíneas Argentinas se abarrotaron de gente que quería conocer la nómina de pasajeros, lista que oficialmente se conoció a las 10 de la mañana.
Entonces se supo que entre los comprovincianos secuestrados estaban el cantante Patricio Jiménez y Adolfo Medina.

El primero, integrante del “Dúo Salteño”, y el segundo, nada menos que miembro del Consejo Superior Justicialista.


En Yacuiba
El avión secuestrado aterrizó en Campo Grande, Yacuiba, y se detuvo en medio de la pista de tierra, lejos del precario edificio del aeródromo.
El primer contacto de los secuestradores con la torre de control fue para exigir un avión más pequeño para seguir viaje a Cuba y, además, máximas garantías para transbordar 20 rehenes que pensaban llevarse. Los bolivianos se llamaron a silencio y, dos horas después respondieron: “Aquí no tenemos aeroplanos a mano”.

Los piratas insistieron, esta vez exigiendo nafta para el Boeing. Y la repuesta fue: “tampoco hay esto por aquí”.
A las 11 y media, cuando 250 soldados del regimiento “Aroma” de Yacuiba, armados hasta los dientes, se aprestaban a tomar por la fuerza la nave, una comunicación del presidente Banzer que se había contactado con Perón, suspendió el asalto, lo que hubiese resultado una verdadera carnicería. Momentos después, los “tupas” ordenaron hacer arrancar cada tanto una turbina para enfriar la cabina y recargar las baterías.

El tiempo transcurría y el sol y la temperatura eran cada vez más elevada y agobiantes para rehenes y secuestradores, mientras periodistas y curiosos seguían los acontecimientos desde unos 200 metros de distancia. Al mediodía, cuando el avión era un infierno, un grupo de periodistas se ofreció, a cambio de liberar mujeres y niños, pero los militares rechazaron la propuesta.

Cuando a las 4 de la tarde la temperatura ambiente superaba los 45º, las portezuelas del avión se abrieron. Por un momento se pensó que todo había concluido pero no: solo era para ventilar el avión.
A poco, su comandante comunicó a la torre de control que la comida y el agua se estaban agotando; pero nuevamente el silencio fue la respuesta.

El momento en que encontraron un pez gordo

A las ocho de la noche, y a casi 12 horas del secuestro, los “tupas” se enteraron de que en el pasaje había un “pez gordo”.
Esto los puso más nerviosos, pues sabían que, tanto gremialistas como políticos argentinos, siempre viajaban con custodios, tan o más “pesados” que ellos, que sólo portaban armas de calibre 22.
Finalmente, Adolfo Medina, viejo zorro, se identificó y les solicitó que autorizaran a su secretario Carlos Alvarez, para que parlamentara con los milicos en tierra.

Accedieron dócilmente y cuando el hombre bajó del avión, de inmediato fue detenido.
Los “tupas”, con el afán de liberarse de Medina y su temida guardia, ordenaron, casi a las 9 de la noche, su descenso y de 20 pasajeros más que seleccionaron por considerarlos peligros.

Al bajar todos fueron detenidos y, luego de declarar, llevados hasta Salvador Mazza.
Así culminó el primer día del secuestro.
Esa noche quedaron en el avión 32 rehenes.


Domingo 21 de octubre

El domingo fue otra jornada de tensión, nervios y calor. Recién a las 7 de la tarde hubo algo de alivio cuando los “tupas” liberaron a 14 personas más, quedando en la nave los 4 secuestradores y 12 rehenes.
Finalmente, el lunes a las 2 de la tarde, luego de que las cancillerías de ambos países se hicieran cargo de las negociaciones, se produjo la liberación del resto.

Por orden de Banzer los secuestradores fueron embarcados en un avión que los llevó a La Paz con el compromiso de hacerlos volar a La Habana.

No hay comentarios: